dinsdag 16 juni 2009

Despistes y chapuzas

Todo hijo de vecino ha tenido algún despiste a lo largo de su vida, pero lo mío últimamente clama al cielo o más bien al entramado neuronal que me gestiona. Durante tres días seguidos he estado estas últimas vacaciones con los sobacos pegajosos a más no poder, que ni podía levantar el brazo vamos, hasta que me dí cuenta que el desodorante mini versión avión no era tal, si no que era laca brillo sedoso para el cabello con un complejo vitamínico que te hacía crecer incluso los pelos más fuertes y voluminosos...Ya lo decía yo que tanto depilarme y las axilas se repoblaban por la noche como por arte de magia...Luego, a la vuelta, me piden un día en la calle un boli para apuntar un teléfono y entregué el tampax sin ningún tipo de reparo. El otro día confundo la pasta de dientes con la de la nena, y ayer, compré en el súper una laca del pelo en oferta que me he puesto hoy por toneladas, para descubrir en pocos minutos que me habían vendido no gato por liebre, sino antimosquitos con citronella por laca de pelo. Es decir, que los pelos los tengo hechos una aunténtica mierda, pero no se me acerca un bicho ni a un kilómetro de distancia. He ido al super a cambiarla porque este bote estaba donde las lacas y me parece de muy mala leche el que pongan ahí un antimoscas. La cajera del super arrugó la nariz nada más que me vió entrar por la puerta bote en mano y cara de malas pulgas, claro que olía yo que apestaba y los pelos desenlacados, moviéndose al viento, no hacían más que extender el olor por todo el loca. La chica, muy digna ella, echó fuera la pelota de su campo diciendo que seguramente algún comprador-ra habría hecho tal cosa, porque ellos tenían una metodología muy precisa para colocar sus productos y por nada del mundo podrían cometer tal error. Yo que ya no aguantaba más el olor propio y el cachondeo ajeno, le dije que me devolviera el dinero y ya está, que no iba a discutir sobre el culpable del delito, que lo único que me interesaba eran el cuerpo del mismo, osease yo misma y mi pelumbrera al limón. La chica me dijo que como el producto ya se había usado que no lo podía devolver y que lo sentía mucho pero que la culpa era mea mea. Estoy hasta el moño de este país tan poco orientado al cliente, diantres. Vas al médico, te raja dos quistes en el chichi pensando que son dos granos inocentes, resultan ser una infección bacterial, se infectan, pasas 10 días de penurias y la médica sentencia que mala suerte, culpa de su chichi que no ha reaccionado como un chichi holandés. Te compras un producto que no es lo que promete esa hilera y ese cartel, te embadurnas el pelo de arriba abajo de flisflas antimoscas y ajo y agua con su olor a citronella, que la próxima vez lea usted la letra pequeña del embase, señora mía. Yo quiero emigrar a América, donde te tosen encima del café y les puedes meter un puro judicial de 15 millones de dólares que te solucionan la vida.
Los despistes son cosa mía, pero la desverguenza no. Además, he visto en el programa de Redes que el cerebro humano es una auténtica chapuza evolutiva, así que puestos a reclamar voy a llevar a juicio al Vaticano, que si Dios nos hizo a su imágen y semejanza ya podemos ir echando cuentas de la clase de Dios que tenemos, que no se acuerda ni dónde puso las llaves, menos se va a acordar de quién coño le dió el mordisco a la manzanita de marras. No somos nadie. Voy a lavarme la pelambrera.

http://www.smartplanet.es/redesblog/?p=435

maandag 15 juni 2009

I am back...

Llevo ya cierto tiempo sin escribir nada. He estado como siempre ocupada con otros asuntos, los estudios, la nena, yo misma y mis consecuencias (que son muchas y complejas) y unas mini vacaciones en Asturias que se convirtieron más bien en una cadena de calamidades. Ayer me fuí a la cama pensando en el deber de actualizar mi blog o deshacerme de él para siempre. Pero me cuesta mucho deshacerme de las cosas. Nunca puedo despegarme del todo de los objetos que quiero o que he querido y lo mismo me pasa con las personas. Conozco a gente que funciona con cupos de amistad que van cambiando por temporadas. Cada cierto tiempo sólo pueden atender a X amigos, salen con ellos, los miman, los llenan de atenciones y se ven casi a diario, y con la nueva temporada o el nuevo año se renueva el grupo. Salen unos para entrar otros hasta que el aforo se completa de nuevo y ya no queda sitio para más atenciones. Yo no soy así y a veces quizás debéría serlo. Tengo y me siento de orgullo al decirlo muchísimos amigos a los que quiero y admiro, pero quizás por exceso de cupo, no puedo mimar más como se merecen. A muchos de ellos los he tenido abandonados esta temporada, que he tenido que combinar con dos estudios y trabajo freelance, y demás deberes familiares. Pero espero, que como yo sigo queriéndoles, me sigan ellos/ellas queriendo a mi.
Ayer sin ir más lejos fui a comer a casa de unos de esos amigos a los que ves menos de lo que quisieras pero a los que quieres bien. Lo hablábamos precisamente en una sobremesa cargada de copas y licores, más vale a veces calidad que cantidad. Y mientras filosofeábamos sobre la amistad, el amor y la vida misma, fueron entrando copas y copas hasta que vaciamos el bar familiar. Llegué a casa con ese sopor feliz que deja el alcohol del bueno, me tumbé en el sofá a ver una peli por el ordenador y finalmente me fuí a la cama consiguiéndo olvidarme por un día de los malos resultados de mi examen de patología. Al acostarme recibí como siempre el beso formal de mi querido esposo deseándome buenas noches. Me sonrió y me dijo: ¨sabes a fresa¨. Yo me quedé sorprendida porque todavía podía saborear yo misma las dos copazas de gintonic con Bombay y pepino. Recordé a una amiga mía de juventud, que cuando se enrrolló con el chico que le gustaba éste se dedicó a decir a todo el mundo que ella sabía a fresas. Nunca había oído algo tan romántico hasta entonces y yo me preguntaba porqué el mi Fermín nunca me decía aquellas cosas a pesar de estar todo el día comiéndonos chupachups de mil sabores. (Claro que con lo que yo fumaba, como decía mi güela besarme a mí debía ser como lamer a un ceniceru). Tuvieron que pasar 25 años para que un hombre, mi marido, me dijera que sabía a fresa. Cuando la lágrima de emoción melancólica estaba a punto de ponerse a rodar por mis mejillas, me di cuenta de que entre el cansancio y la borrachera me había lavado los dientes con la pasta de los Teletubbi´s de la nena...osease que no sabía a fresa fresa de verdad...sabía a Lala, Po y a Twinkiwinki. Cerré los ojos y me dediqué a dormir la mona...Soñé con un post mucho más literario y divertido que éste, pero qué quereis, una ya no dá para más...