woensdag 1 december 2010

El invierno ha llegado

Ayer me entró la depresión. El invierno ha llegado de la mano de una capa de nieve y temperaturas bajo cero. Inauguramos el invierno con el mayor atasco de la historia de Holanda, 900 kilómetros de coches atascados por el hielo y la nieve. Así las cosas decicí irme en tren a trabajar. Caminando a las seis y media de la mañana con una rasca de menos 5 grados, conseguí llegar a la estación después de 20 minutos de penurias con los únicos zapatos que tengo con suela de goma y tacón de 5 cm. No, evidentemente no fué una buena idea. Al subir las escaleras de la estación llegó la recopensa: un resbalón y abajo, 75 kilos en picado que gracias a Dios el culo pudo amortiguar sin mayores daños. Una vez instalada en el tren y desempañadas las gafas, me dí cuenta de que la parte de atrás de mis leggins se había convertido en el escaparate de un barrizal mezcla de nieve, sal y agua sucia. Saqué la última toallita limpia gafas que me quedaba y puse en marcha la operación limpia leggins bajo las miradas curiosas de mi compañero de asiento. No hubo manera. Al llegar a mi destino una de mis estudiantes se acercó para preguntarme si me había caído, porque estaba llena de barro. Siempre me hacen preguntas de respuesta obvia, hasta fuera de las clases. Me encerré en el baño de la universidad y empapé los leggings de agua a ver si conseguía retirar las manchas. Se fueron, pero en su lugar quedaron las perneras empapadas y frías que tuve que aguantar durante las primeras dos clases. Me escapé a comprar unas botas de nieve, pero el único modelo que quedaba era el de 5 centímetros de tacón. En fin, antes muerta que sencilla, y así me enfundé las botas de nieve que no resbalan y además te permiten observar el mundo desde la perspectiva del que mide al menos 1.70. Como Dios aprieta pero no ahoga, después de 9 horas lectivas sin pausa oficial, una compañera se ofreció a llevarme a casa.
Hoy llevé a Laura al cole en el trineo. Ella vive la nieve desde esa inocencia infantil que nos permite ver el mundo a través de cristales de color rosa, rosa como sus botas de nieve planas. Tirando por el trineo me sentía como un maldito reno mientras la nena sonreía al mundo blanco que se extendía a su alrededor. No le importaba un pito los menos 6 grados con sensación de menos 10 por el viento del norte que iba despojándome de la bufanda cada dos por tres. Yo tiraba y tiraba y ella reía y reía, mientras iba conquistándome la mala leche que se me pone todos los inviernos. La nieve es maravillosa, decía. No te jode, sentadita en un trineo, con un abrigo de pluma, gorro orejero y mantina extra sobre las piernas, quizás yo llegase a pensar que la nieve es maravillosa. Pero cuando te conviertes en reno humano y el brazo se te congela y de la nariz cuelgan los mocos congelados, la nieve es una puta mierda. Las cosas como son. Odio el invierno. Una vez en el cole la estampa bucólica de cada principio invernal. Los padres tirando por los trineos con cara de éxtasis viendo disfrutar a sus hijos de la maravillosa nieve. Una resbala en el hielo y comienza a reir con su hijito de 4 años como dos gilipollas porque la primera caída en el hielo frío siempre es "super gezellig", pero ya hablaremos dentro de dos semanas, o dos meses más de nieve, hielo y temperaturas bajo cero. Entonces comenzaremos todos a descubrir esa otra cara del invierno, y la sonrisa floja y tonta de la primera caída se convertirá en un rosario de tacos al más puro estilo holandés: "qué dios me maldiga!". Pues ya lo ha hecho, enviándonos cada año este mísero invierno sin luz. Nos esperan meses de depresiones y de mala hostia. De rascar el coche cada mañana para luego ir patinando por la carretera y destrozando el coche a base de sal que no sirve para nada. Un invierno de esperar el tren que nunca llega porque la vía se ha congelado o alguien, desesperado ya de tanta blancura, se ha tirado a la vía del tren. Los suicidios aumentan durante el crudo invierno. No me extraña, el pasado año en unos de esos días que alcanzamos los menos 20 yo también llegué a soñar con la incineración.
Mientras los niños inocentes seguirán disfrutando de la belleza del paisaje helado. Nosotros seguiremos tirando de los trineos y dándonos culazos contra el hielo. La vida continúa y el invierno ha llegado.

http://www.youtube.com/watch?v=mTLw-w-UGMk

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