Cuando le ví por primera vez fue uno de esos momento mágicos con los que la vida agasaja en escasas ocasiones al hombre. Fué la única vez en mi vida en la que tuve la sensación de que el tiempo se paraba, o quizás se paró durante unos minutos, los suficientes para que él abriera la puerta y se hiciese el silencio. Los demás sentados en círculo alrededor de una chimenea habíamos tenido ya la oportunidad de conocernos un poco durante la hora y media que duró la fiesta de recibimiento. No éramos más que un grupo de chiquillos intentando disfrutar un año del gran sueño americano. A los europeos se nos notaba a leguas la procedencia, porque somos los únicos que nos unimos en piña en cuanto pisamos suelo americano poniendo a un lado las diferencias que nos separan dentro del viejo continente. En America uno defiende su procedencia europea por encima de cualquier otra cuna regional. Después del típico intercambio de nombres para algunos impronunciables y diferentes nacionalidades, bebimos unas pepsis y cenamos a base de patatas de bolsa XXL y perritos calientes. Nos sentamos a digerir las miles de calorías en torno a una chimenea situada en el centro del gran salón que presidía la cabaña en la que íbamos a pasar los próximos tres días de orientación. Apenas habían pasado unos minutos desde que la monitora se puso a leernos la cartilla con un rosario de reglas que reinarían entre nosotros ese fin de semana, cuando se abrió la puerta y se hizo el silencio…y se paró entonces el tiempo.
No recuerdo lo que llevaba puesto él, porque por aquel entonces no se habían inventado los metrosexuales, y los tíos con unos tejanos, una camisa y un jersey, se daban por satisfechos sin pensar más allá en la gama de colores o el nombre del diseñador. Era mucho más importante el pelo y el tipo de gomina que se usaba porque la pelambrera en los ochenta era la mejor carta de presentación. Eso sí, recuerdo por supuesto lo que llevaba puesto yo, faltaría más, unos tejanos negros rotos y escritos por todos lados con mensajes de todos los amigos que había dejado atrás en España. El jersey era mitad negro y mitad gris, de Depeche, la mejor tienda pija de todo Oviedo. Había estado llorando a mi madrina todo un año para que se dejara de tartas de Pascua y me comprara como pegarata aquel jersey tan molón que me tapaba culo y caderas. Mi pelo brillante, rubio ceniza original con unos rizos grandes y redondos que me empeñaba en bañar en espuma Pantene, que aún no se conocía en Europa, pero en América hacía furor. Zapatos charol estilo mod, con un hebillón a los lados que parecían armamento defensivo y pitaban en todos los aeropuertos del mundo.
Recuerdo eso sí, sus ojos. Los recuerdo porque me perdí en ellos durante todo el tiempo en el que el tiempo dejó de funcionar. Quiso el destino que esos mismos ojos se fijaran en los mios y decidieran incluso sentarse al lado. Desde aquel momento supe que había nacido para ver aquellos ojos, para descubrirlos y nadar en el mar azul de aquellos iris. Luego llegó la sonrisa y la complicidad callada de dos que saben, que intuyen, que sus energías se han cruzado en aire, se han parado y se han mezclado para siempre. Dos que saben que a partir de ese momento se ha producido una contaminación enminente e inevitable, un contagio de esos que duran toda la vida. Aquella noche, nuestros sacos de dormir se desplegaron uno al lado del otro, sin citas, sin acuerdos, simplemente porque no podía ser de otra manera, porque la carga eléctrica que se estaba produciendo durante el incesante e intenso intercambio energético entre nuestros cuerpos y almas, forzaba a los demás a hacernos espacio de manera inconsciente. Por primera vez en varios años, mi pequeño peluche Cutucrú, un osito panda que había llegado a mí escondido en una tazita de loza cuando cumplí los 14 y que me había acompañado en toda clase de aventuras, se quedó olvidado en la maleta. No fué que no me atreviera a sacarlo por verguenza, simplemente no quedaba espacio para más atención y más sensación de amor. Cutucrú había sufrido mis lecturas de Corín Tellado en todos mis viajes, que hasta aquel momento se reducían a un montón de idas y vueltas en el Alsa Madrid-Asturias, sentadito en el porta latas de cocacola, callado y sumiso con su miradita oscura y tierna. Yo pensé que esos encuentros de amores flechazo, a primera vista, de esos de aquí te miro y aquí te amo para siempre, sólo se daban en las páginas de aquellos libros. Cerré los ojos mientras intuía una mano intentando encontrarse con la mía liberando cremalleras de los sacos. Cerré los ojos y entonces la ví a ella. Ví a Corín guiñándome el ojo y diciéndome : « Ya ves chatina, la vida es pura literatura, aunque sea literatura de esa que se vende en los supermercados ».
vrijdag 20 februari 2009
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9 opmerkingen:
¡ que bien contado, joía!
:)
yo solo saco en claro q tus viajes a madrid en alsa los realizabas en el supra....
en el 87 los normales no tenian el artilugio ese de las latas de cocacola, jajajajajajaa¡¡
corín tellado?? ... ya te vale ¡¡¡
jajaja.
Gracias Capitán, me sacas los colores...
Kiko, la protagonista de esta historia está los estados unidos de intercambio, compraba en las tiendas más pijas de Oviedo, así que deduces bien que viajaba en Supra, donde Herminio e Higinio regalaban a los viajeros con un trato exquisito, cocacolas, pepsis e incluso panchitos con el bocata de serrano...
Corín Tellado es una escritora best seller y por su casa han pasado investigadores de literatura de las mejores universidades...y aún siguen sin ponerle una estatua en Oviedo dond sí la tienen Woody y otros tantos...
María,
A quién no le gustaría ser la protagonista de una novelita de Corín Tellado, nio tener enfrente a Arturo Fernández diciéndote eso de chatina.
Me ha gustado. Continuará?
Besos.
sí, una a Corín y otra a Marcial Lafuente Estefanía, q tambien es un gran escritor de best sellers, ay q sería de la literatura sin estos dos próceres....
pq se la van a poner en oviedo??? nun ye de Xixón, ho??
Si tal q me avisen, pa hacer la escultura digo. jajajajajaa¡¡¡
huy si sandrina, tener a un casi nonagenario, repitiendo un chascarrillo tan chispeante, tien q ser lo mejor. ayyy ¡¡¡
Ya sabes Kikín más vale lo malo conocido que... La Viagra hoy hace milagros pero la galantería, ay amigo eso ya es más difícil de conseguir.
Que sepas que he decidido instellingenciar tu blog... no sé si es bueno o malo, pero me sonaba mejor que afmeldenciar...
que puta es la vida de quienes nunca hemos gozado de la lengua de ninguna holandesa.
¡Reactievo publicereno previo erificatie el woordv de los cojones, que ya te vale!
Ay Capitán, fiyín, ya decía mi guela que hay que saber idiomas pa saber desenvolvese en esti mundo...digital (añado yo)...Yo no he gozado nunca de la lengua de ninguna holandesa, pero sí de un holandés, y vamos, aunque me quedé con ella, no puedo decir que esté ni mejor ni peor que algunas otras spanish que he probaó...
Kiko, Corín ye de Xixón, pero Arturo Fernández también y Gabino yai fizo una estatua en la capi..
de la capi na de ná... q ta en brañes q ye un pueblín, además santiago de santiago no me gusta na de ná, ya la podía haber hecho santarúa q ye bastante meyor y además asturianu, jeje.
con lo "moderna" q ye la ojijunta alcaldesa nun creo q ponga ninguna escultura figurativa en la aldeona.. nun ves q nun quieren ni poner la del _"mago" quini ho ?? ....será faltosa la cyndie(ntes).
:)
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