vrijdag 23 mei 2008

Cuestion de huevos

Ir de compras con una amiga holandesa puede tener dos consecuencias: una, que te deprimas para el resto de la tarde; dos, que de una vez por todas te des cuenta de la pura realidad: estás gorda. Los holandeses son seres directos por naturaleza. Desconocen el concepto de ser diplomático y no se andan por las ramas. Sabiendo todo esto tan bien como lo sé, después de casi casi ya una década en este país, no me tenía que haber pillado por sorpresa lo que me ha pasado hoy. Sin embargo, creo que el problema es que no suelo ir de compras muy a menudo con amigas holandesas, por no decir nunca, ya que además de poco diplomáticos, por regla general muchos suelen ser además horteras, para no andarme yo tampoco con rodeos. El resultado es que una pica porque no está inmunizada.

Pues bien, ha venido una amiga holandesa a visitarme y nos hemos bajado al centro de compras. He de decir, y que sirva de atenuante, que esta chica además debe llevar como mínimo la misma talla que yo o dos más, sin ser exagerada. O quizás a mí me parezca que yo soy más esbelta porque le saco una cabeza y yo soy diábola mientras ellá es más bien cúbica de los pies a la cabeza. Yo además soy mucho más resultona y luzco más la ropa, que todo hay que decirlo. Pues bien, comienzo diciendo que busco algo para una boda en España, un vestidín con una caída mona que me disimule la barriga, el estómago y las caderas, pero que me haga las tetas más grandes y los hombros bien formados. Se me ha quedado la tía mirando con una cara de alucinada como si acaso estuviera pidiendo yo peras al olmo, pero recuperada del susto se ha autoinvitado a convertirse en mi asesora de imagen y se ha puesto como loca a buscar cosas entre las perchas. He tenido que dejar claro varias veces que no se pueden llevar tejanos a una boda española por muy monos que estos sean, y que no debería ir de negro completo, ni tampoco de blanco. Después de estas salvedades, conocidas por cualquier fashion victim que se precie, ha encontrado un vestido monísimo en Zara: vaporoso, tonos rosas veraniegos, corte imperio, y lo más importante: talla L. Voy rauda y veloz a probar pero hay una cola de muralla china que te mueres, así que yo, como muy optimista, digo que no pasa nada, que me lo pruebo allí mismo encima de mi otro vestido. Pues nada, la asesora me dice que me queda fatal porque me aprieta mucho en las tetas y se nota que es una talla o dos menos a la que debería llevar...Yo me veía monísima la verdad porque aunque es cierto que me ajustaba un poco en el pecho -joder, llevaba otro vestido más una saya debajo!!-, como tengo poca teta, parecía que tenía más, y tampoco me hacía muy chorizo, y luego pues caía suelto en la cadera y todo el rollo...Pero me ha dado corte llevármelo y allí se quedó (seguramente volveré mañana). Así me ha pasado en varias tiendas, y al final, hemos rematado la faena en Laura Ashley, que suele tener así vestidos muy chic para bodas aunque un poco clásicos, eso sí. Me pruebo uno muy chulo y este sí que me quedaba ajustado, de manera que ya de mano antes de salir del probador digo voz en alto: "Uy, buff, qué va, si fuera al menos una talla más...". Y la boca de la veritá me dice tan tranquila: "Y quién te dice a tí que esto lo arregla sólo una talla más?".
Como yo soy de la cuenca y somos muy güevones pa estas cosas, me juré que antes de que acabara la tarde iba yo a entrar en una 44 ante los ojos de lá dutchi esta aunque me tuviera que liposuccionar a mano las caderas en plena calle. Así que terminamos en una tienda con ropa hippy, muy suelta, pero muy cara y terminé comprando unos pantalones hindúes en verde, con una túnica por encima de flores rojas y verdes de la santísima talla 44 aunque fuera de la India. He regresado a casa muy contenta por haber sido capaz de demostrar a mi amiga que tengo dos tallas menos que ella como poco, y eso me ha hecho muy feliz pese a que Mr. Tolle me diría que he alimentado mi ego de la misma manera que alimento mi cuerpo: a lo bestia. Al llegar a casa y sacar mis compras de la bolsa me he dado cuenta que esa ropa no la podré poner más que para ir a una boda a Bollywood y nunca a una ceremonia eclesiástica en los jesuitas de Oviedo. La moraleja del día sigue siendo la misma que todos los días: ni mi ego muere ni mi cuerpo adelgaza...pero por Tutatis que no me holandearé nunca tampoco...

maandag 19 mei 2008

A new earth: a new me

Hace muchas semanas que no publico ninguna entrada. Han sido semanas de meditación forzosa, organizando y limpiando no sólo mi casa, sino mi mente. Por fin todo parece estar en orden, o al menos donde yo quería que estuviese, o lo más seguro donde el universo pretende que todo esté. Mi vida vuelve a dar un nuevo giro y llevarme por nuevos derroteros. Estoy escribiendo una nueva guía, preparandome para mi nueva etapa como estudiante de medicina natural y acupuntura, que comenzará en septiembre, y sobre todo, sí, sobre todo, disfrutando un poco más de todo lo que me rodea.
He leído varios libros en este tiempo, uno de ellos el de Eckhart Tolle (A new earth), incluso he seguido su curso online por internet. Confieso que me ha costado muchísimo leer este libro, utiliza un lenguaje muy intelectual, casi me atrevería a decir esotérico. He tenido que releer los primeros capítulos varias veces para comprender su esencia, pero a medida que vas avanzando, te das cuenta de que algunos conceptos se van marcando a fuego lento en tu mente: el verdadero pecado original del hombre es su ego. He comenzado a comprender que detrás de todas las manifestaciones de mis diferentes egos a las que me tengo que enfrentar insufrible cada día, existe esa persona, o esa energía que es quien soy en realidad. Una verdadera yo en sintonía con todo lo demás. Lo difícil es matar al ego, aunque estoy en ello, de manera que ya os avisaré cuando se produzca su muerte. El mío es demasiado fuerte, ha ido apropiándose de todo aquí dentro y ahora es un okupa difícil de expulsar.
Creo que vivimos en una sociedad puramente egocéntrica, de manera que nos resulta muy difícil desprendernos de todas esas caretas con las que nos identificamos y nos hacen creer que somos quienes somos. Usamos muy mal el verbo ser, que confundimos a menudo con el verbo estar. Ser sólamente refleja lo que somos y no podemos cambiar: soy asturiana. Es un hecho, no puedo cambiar que he nacido allí. Sin embargo siempre digo: soy periodista. Como si mi profesión pudiese definir de manera absoluta quien soy. No es cierto, sería mejor decir que me dedico a eso, o estoy en ello en este momento, pero puede cambiar, como lo hará, en cualquier momento, y por tanto no me define en absoluto. Y este tipo de identificaciones del ego las escuchamos todos los días: fulanito es médico, menganito es abogado, como quien no tiene profesión es simplemente nada...La identificación con la profesión es una de los grandes lastres que arrastramos porque hacen muy infeliz a la gente. Han creado un sistema de castas profesionales que nos hacen asumir que si no eres esto o lo otro, como decía, no eres nada. Cuántas veces nos sorprendemos imaginando el futuro de nuestros hijos? Y qué nos imaginamos? Que serán abogados, médicos, en todo caso universitarios, como si por debajo de eso la etiqueta que les defina se quedara corta. Estoy convencida de que tenemos que terminar con eso y simplemente reconocer nuestras propias identificaciones (con una profesión, con un status social o económico, etc) ya es un paso hacia el desmantelamiento del ego.
Es cierto que pensamos demasiado, que damos muchas vueltas inútiles a la cabeza y que ya no tenemos silencio ahí dentro. Hay demasiado ruido, vivimos rodeados de ruidos y somos incapaces no sólo de escucharnos unos a otros, sino de escucharnos a nosotros mismos.
Este ha sido el resultado de mis meditaciones de los últimos días y he aprendido muchas cosas que ahora tendré que poner en práctica (siempre la fase más difícil).
Seguiré escribiendo y los próximos post serán menos filosóficos y con más humor....
Un beso a todos.